El fin de semana pasado se celebró la Expo de la Maratón de Barcelona 2013, y el domingo fue el gran día para más de 18000 personas. El sábado estuve allí viendo el ambiente que se cocía, paseándome entre los diferentes stands que estaban patrocinando sus nuevos productos y viendo la ilusión de muchos recogiendo sus dorsales para el día siguiente. Fue increíble ver todo aquello, miles de personas, todas distintas pero con algo común, una afición, correr. Para algunos su primera Maratón, para otros una más para tener de recuerdo. Es bonito ver cómo a pesar de lo que se les echaba encima al día siguiente y el dolor y cansancio que les esperaban durante los 42'195km restantes, todos estaban emocionados y sonrientes por participar en una carrera de tal calibre. Yo poco puedo decir al respecto, fui como visitante, y aunque no iba a correr la Maratón al día siguiente, la repercusión e influencia que tuvo para mí estar allí, fue notoria. Además me encontré con Santi Millán, ¿qué más puedo pedir? Aquí os dejo una prueba de ello.
Pues bien, después de pasarme el día rodeado de maratonianos y otros runners... me ha entrado el gusanillo y la inquietud de lo que se debe sentir al realizar una prueba como esta. ¿Cómo debe ser eso de llegar y cruzar extenuante la meta de una Maratón sabiendo todo lo que has dejado atrás? Debe de ser inexplicable. ¡Pero si sólo de pensarlo me estremezco! Tal como os iba diciendo, tengo la curiosidad de saber qué es hacer una Maratón y, tal como salió un día en una viñeta de 72 kilos, "sí, todavía es muy pequeña, pero la idea de hacer y terminar una algún día crecerá lo suficiente". Para ello hay que entrenar mucho y soy consciente de que 42km no se hacen así como así. Requieren muchísimo entrenamiento, una gran adaptación y por lo que me he informado, la semana previa es tan importante la alimentación y el descanso como todos los meses anteriores de preparación.
Cambiando de tema, esta semana he aumentado la distancia que solía hacer. Antes, los días que salía a correr por aquí por Lérida hacía 11km, ahora hago 16'6km. El lunes fue el primer día y me encontré bastante bien, cabe decir que el ritmo fue muy suave, a 5min/km, pero quería comprobar si el cambio era el adecuado o estaba siendo muy brusco. Las sensaciones fueron buenas y tras 1h 21' di por finalizada la primera sesión de entrenamiento con una carga de trabajo superior a lo acostumbrado. El martes volví a hacer el mismo recorrido. En cuanto me puse a correr me di cuenta del cansancio que tenía del día anterior, y lo primero que me dije fue: "uff, hoy haré el recorrido corto, menudo dolor de piernas. Quizá sí que me he pasado subiendo de golpe más de 5km". Así que decidido a hacer el recorrido de siempre proseguí con la práctica. A medida que iba avanzando me notaba más y más cansado, las piernas me pesaban y todo yo me notaba pesado, lento. Cada poco iba mirando cuánto llevaba. 3km, 4, 5, 6... Parecía que me hubieran alargado los puntos de referencia que tengo para saber cuánto he hecho. Estaba deseando terminar el entrenamiento, dejar de correr e ir a descansar hasta el día siguiente o al otro, pero es entonces cuando te pones a pensar en los vídeos que has visto de ciertas personas que no se han rendido ni en los casos más extremos, en las entrevistas de atletas que nunca se han dado por vencidos, empiezas a ver a otros a tu alrededor que lo están pasando peor pero que siguen corriendo sin detenerse, y es en ese momento en el que recuerdas frases que has leído como la de que "si no piensas en renunciar al menos tres veces durante una carrera, entonces no estás corriendo lo suficientemente duro". Así que seguí y me dije que sí, que debía y tenía que hacer el recorrido que había hecho ayer. El cambio empieza por uno mismo y no debía rendirme tan pronto. Además me encontré con dos amigos míos, Edu y Dídac, que venían del gimnasio. Si ellos se habían esforzado en hacer sus rutinas yo tenía que responder igual, me animaron aunque no me lo dijeran directamente. ¡Gracias chicos!
Así que llegados al kilómetro 11 tomé el camino para realizar lo que me quedaba. Y aunque el dolor de piernas iba en aumento, lo preferí, sí, prefería el dolor de la disciplina, de la superación y perseverancia al dolor del arrepentimiento, del rendirme sin haberme esforzado al cien por cien. Conozco esa sensación y no me gusta en absoluto. Sé lo que es llegar a casa, descalzarse y darte cuenta del gran error que acabas de cometer. Y ayer no iba a ser un día de esos, ayer tocaba llegar a casa y estar orgulloso de uno mismo. Apreté en los últimos 5km y terminé los 16'6km en 1h 24'.
Hoy a tocado descanso, pero os puedo asegurar que mañana volveré, y con más ganas. Además... me he propuesto un nuevo reto, hacer como mínimo 150km corriendo entre esta semana y la siguiente. Los retos que me propongo no son nada más que pruebas en las que me desafío a mí mismo, a dar un paso más allá de lo que pensaba que podía ir. De esta forma también me motivo y sigo con la ilusión y ganas de correr. Sí que es cierto que lo hago por placer, porqué me gusta y disfruto con ello, pero si me propongo retos, y los consigo, me siento mejor y me doy fuerzas para seguir adelante con todo. Y es que en esta vida hay que plantearse logros, metas, y por más que crucemos no hay que olvidar que una vez conseguida esa línea de meta, ésta pasa a transformarse en la línea de salida del próximo reto, entrenamiento, carrera o cambio a ser mejores de lo que éramos.
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